Su origen está en los romances castellanos de origen medieval, y adoptan su nombre cuando son asimilados por los gitanos bajo-andaluces, en el siglo XVIII.[1] Mas tarde, cuando comienzan a desarrollarse creaciones personales de distintos cantaores, los corríos darán lugar a la toná flamenca, transformando su contenido y sonido, y convirtiéndose en la matriz de todos los cantes de origen gitano-jerezano, especialmente de la saeta y del martinete
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